Desaparecida

lunes, 10 de agosto de 2009


Mi nombre es S. Ruhig. Trabajé para el Gobierno desde 1935 hasta 1991, fecha en la que me retiré. Me retiré con 76 años porque no quería dejar mi trabajo hasta solucionar uno de los casos más intrigantes de los que he sido testigo a lo largo de mi carrera como agente: la desaparición de Emily Knapp. Lo que ahora te voy a contar está clasificado como Alto Secreto y su divulgación está penada con la cárcel.



Corría el año 1956 cuando nos llamaron para resolver el caso Knapp. Mi compañero era el agente especial Kumpel, un novato. Ambos éramos agentes de la O.P.I.O., la Oficina de Protección y de Información Oficial. Nuestro trabajo consistía básicamente en dos cosas: trabajar con la policía en la resolución de casos y de guardar en estricto secreto y archivar cualquier información que supusiese un riesgo para la seguridad nacional. El caso Knapp era las dos cosas.




Emily Knapp era una chica de 20 años que desapareció en extrañas, no, mejor, en extrañísimas circunstancias un 20 de junio de 1956. A eso de las 6 de la tarde salio de su casa para ir a un autocine de la zona para ver El hombre que sabía demasiado. A las nueve de la noche cogió su coche con rumbo a la carretera 47. Media hora después hubo una explosión que se oyó a unas 15 millas a la redonda. La policía localizó el supuesto sitio de la explosión a unas 2 millas de la carretera 47. En el lugar había un cráter de 45 metros de diámetro y en el centro estaba el Ford de Emily, intacto. En el asiento del conductor había una diadema y en la guantera una nota dirigida a un tal S.R. que ponía: Nos veremos más tarde, no desesperes. 9622000/4523567. La letra coincidía con la de Emily. La propietaria del coche no volvió a aparecer. En el cráter no había signos de explosivos ni restos de una bomba.



Cuando Kumpel y yo llegamos al poblado donde residía Emily, lo primero que hicimos fue ir al cráter. Allí estaba un destacamento custodiándolo de curiosos, así como un grupo de científicos con trajes antirradiación y contadores Geiger. Nos dijeron que la radiación no era muy fuerte en la zona, pero que había que tener cuidado. Uno de los científicos nos mostró el coche, un Ford Coupe Deluxe de 1944 azul claro y con llantas blancas, que se encontraba como nuevo en el centro del cráter. El coche era lo único que no daba muestras de radiación. Además nos dijo que a pesar del fuerte ruido de la explosión y de lo intensa que tuvo que haber sido (lo comparó con el cráter que produce una bomba de 500 libras), no hubo onda expansiva, ya que un pequeño cuartel de la Guardia Nacional que se encontraba a una escasa milla de allí, no había sufrido daños por la onda expansiva.



Que el coche estuviese en el centro del cráter, sin huellas de neumáticos que indicasen que pudo haberse movido allí después de la explosión es raro, pero más raro es que ese coche estaba hecho una tartana cuando Emily lo compró. De hecho era conocido en el pueblo precisamente por eso. Sin embargo el coche del cráter era distinto, estaba como nuevo. Hicimos comprobar los números de bastidor y de matrícula para confirmar que era el de la chica. El resultado nos dejó más perplejos aún: el coche era el de Emily, pero no era que pareciese nuevo, ¡es que era nuevo! En la Ford nos dijeron que el coche parecía no haberse usado nunca, aunque había sido vendido 12 años antes.



De los interrogatorios, el más curioso fue el que le hicimos a un granjero de 55 años de la zona al que todos en el pueblo llamaban Chester. El tipo vivía en una cabaña al lado de la carretera 47, a20 millas del sitio de la explosión, pero solía visitar mucho el pueblo para comprar comida y munición del 12 para su escopeta.



- ¿Sabe algo de la desaparición de Emily Knapp? –pregunte.

- Pos que ha desaparecío. Ná más.

- Ya…claro. ¿Donde estaba usted ayer más o menos a las 21 horas?

- Pues vigilando que esos chiquillos no entrasen en mi propiedad. Son muy molestos ¿sabe? Creen que por venir de la ciudad pueden hacer lo que les venga en gana en el pueblo.

- Supongo que no habrá oído la explosión, ¿verdad? –preguntó mi compañero

- No, pero si que vi en el cielo una luz. No he dicho ná a la policía poque pensé que era un avión del aeródromo militar. Siempre vuelan mu bajo pa´ asustá a los pueblerinos ¿sabe? Pero yo ya no me asusto porque ya se que son.

- Eso es bueno, siempre hay que estar preparado. ¿Así que una luz? ¿Y cómo era? –pregunté yo

- Pues una luz hombre, ¿Qué quiere que le diga? Voló muy rápida hacia el norte. Al principio me resultó raro que volase tan rápido, pero con estos aviones de chorro ya no se sabe.

- ¿De chorro? –dijo mi compañero aguantando una carcajada

- Si ya sabe, estos que ya no usan las hélices pa´ na.



El resto no lo mencionaré porque consiste en una serie de inútiles explicaciones que dio mi compañero al granjero sobre aeronáutica y motores de reacción.



En el aeródromo nos dijeron que ningún avión militar o del Gobierno había sobrevolado la zona a esas horas. Hubo una pequeña señal en el radar, pero probablemente fuese un error de interpretación del radar (una bandada de pájaros o cualquier otra cosa del estilo) que lo confundiese.



Del destinatario de la nota no conseguimos averiguar nada. En principio creímos que podría ser para Shellion Rogers, un pariente lejano de Emily. Pero apenas se conocían y ni siquiera se caían bien. Luego pensamos que podía ser para Serena Richards, una compañera de instituto, pero descubrimos que hacía un par de años que no se hablaban por una discusión. También intentamos con una tal Sibille Ruft, una señora austriaca de mediana edad vecina de Emily. Ésta dijo que apreciaba a Emily y que estaba segura de que ella también la apreciaba, pero que su relación era de vecinas que se veían los domingos en la iglesia y que apenas hablaban. Fuimos probando con un gran número de personas que podían tener una relación con Emily, sin resultado.



Probamos suerte con los números. No era ni un número de teléfono, ni un apartado postal en China o en Marruecos (ideas de Kumpel), ni un código postal, ni las coordenadas de un mapa de carreteras, nada. No era nada.



La investigación duró meses y no se sacó nada en limpio. El coche permaneció en la zona hasta que se decidió moverlo a un sitio donde no estuviese expuesto a la radiación del cráter. Una vez que se sacó de allí la radiación desapareció y volvió a aparecer a 2900 kilómetros en una base de la Marina(donde se había decidido llevar el coche)que el O.P.I.O. utiliza para archivar sus expedientes secretos. Se construyó una caja de plomo y hormigón para guardarlo y se volvió a trasladar a un hangar del ejército cuya situación desconozco. El Gobierno clasificó todas las pruebas como Alto Secreto y se “destruyeron” la mayoría de los informes policiales.



La gente empezó a pedir explicaciones sobre ocurrido. Chester se convirtió en un tipo realmente famoso: lo entrevistaban de todaspartes e incluso salió varias veces por la televisión nacional. Su explicación era la más "lógica" de todas: eran extraterrestres. Aunque realmente Chester nunca dijo que lo fuesen, los medios malinterpretaron las palabras del granjero. La O.P.I.O. se inventó rápidamente una explicación para el suceso: era gas de algún pantano de los alrededores mezclada con la radiación llegada de Venus. De Emily y el coche no se dijo nada.



Con el paso del tiempo me fui obsesionando con el caso, gastando toda mi energía en resolverlo, hasta que Kumpel me dijo que o lo dejaba o se buscaba otro compañero más cuerdo. El aprecio que le tenía me obligó a dejar de lado el caso Knapp hasta que en 1970 dejó el cuerpo y se fue a la división de Inteligencia Aérea del Ejército. Me dijo que allí cobraba más, aunque realmente lo que le gustaba era estar sentado en un avión fotografiando las líneas enemigas a 5000 metros de altura. Desde entonces he estado examinando las pruebas, salvo el Ford del que desconozco su paradero, e intentando descifrar esa nota.



A dónde fue Emily Knapp, si murió en 1956 o si sigue viva en alguna parte es algo que no creo que consiga resolver nunca. Mis hijas me dicen que aproveche mi jubilación para irme de vacaciones a Marruecos y que evite encontrarme con cosas raras allí, como los espías de la última película que vio Emily.